martes, 25 de mayo de 2010

El pregón de los ochocientos años

Sin hacer referencia alguna a los dolores del alma citados en el Romancero de La Vida Sinrazón puedo encontrar signos coincidentes en lo que nos está ocurriendo a las gentes de los pueblos del sur del mundo y en particular, del continente americano.

Claro que cuando se habla de gentes corremos el grosero riesgo de la generalización. Actuaré entonces como nunca antes, de riguroso modo optimista. Porque si bien no me manyo el locro este de los doscientos años de verdura, tampoco asumo con lucidez lloriquear quinientos años de ninguneo estéril a las treinta y tantas patrias parias que sucedieron y suceden en este y otros territorios hermanos.

Este fin de semana estuve rumbeando la ciudad de Buenos Aires e hice escala en la Plaza Congreso donde se celebraba- contrafestejaba “el Otro Bicentenario”. Estuve un rato, comí empanadas fritas de carne y papa, observé la ronda, escuche hablar de la pacha, me abrasé con un viejo conocido y seguí. Fui hasta un teléfono público; percibí cientos de volantes ofertando Paraguayitas; sonreí con la zozobra de quien se siente tentado a encarnar lo obsceno e inmoral. Finalmente me corrí hasta un tevé color para ver el partido del seleccionado nacional. Los jugadores argentos esquivaban conos y hacían goles que no valían nada aunque sí la sonrisa de Diego, que no es poca cosa.

Recuerdo entonces que recordé cuando el orador extraviado resultó estar resuelto a darse al exilio y así resucitar de sus largas noches sin querer, sin creer y probó suerte con la fe y la distancia.
Marchó su lomo de viejo zorro provincias dentro. Donde la gente no se grita cuando conversa: habla. La Rioja, San Juan, Catamarca. No sé. En cada plaza brindó su mensaje -cometa mediante- y fue oído.

“Padecemos terrenalidad profana”
solía gritar en la introducción.

Recuerdo que hablaba tenso, como pregonero en acto escolar.

viernes, 14 de mayo de 2010

abrazando decires de aquel libro perdido alguna vez.

-Vieja, arrancamos pa la estación. Allá te esperamos
-Vayan nomás que allí estaré!


Ha terminado el episodio Libre. Han pasado meses de líricas pendencieras, idas y venidas en con-textos plagados-empalagados de soles y sombras. Carcajadas en pena, inocencias de ultratumba; carcajas inocentes o penares en ultratumba, que no es lo mismo al decir.

Ahora puedo resongar y resongo; puedo remontarme, me remonto.
Con súplicas al frente del pico revolotea sus brazos, sus codos - púas de hueso estéril; recita orador extraviado sobre suelo gris de la propia Miserere.

Adscrito al fenómeno de la comunicación, divulga lo que otros ya han escrito; sermonea un “Los gentiles serán arrastrados ingenuamente por doctrinas filosóficas, políticas, económicas y aun religiosas, en aras de la paz y de la prosperidad del hombre con la fuerza del hombre” levantará su frente, recordará cuando se dio massa con una inquilina del “convento” y perpetuará “sin saber que detrás de este sistema hay una mente que todo lo controla, y que culminará con la adoración del hombre por el hombre” (2 Tes.2:4).
Acto seguido botija malparido jugueteará llaves y celular, como si fuera todo un llanero. Por un instante nomás sus miradas se sabrán cruzadas. Y una paloma circundará adoquín y setenta millones de relojes habrán suscitado sus tic tic tic tic. Sin que alguien se altere.

Seguro que puede chaparrear sobre alguna mejilla gotas pesadas, definitivo gusto a saI. En cambio inseguro podremos lenguas surgirnos y arrebatarnos en este lío de no pertenecer. Susurros puros.

Penaré nunca jamás dejarán de ser causales las cosas que ocurren. Por tanto que este blog sea rosa y no rojo algún mensaje retransmite. Alpedista quizás; perpetuo - desgaste.

Penaré mientras orador revela “El período de siete años que alude la enseñanza de la cena de las bodas del Cordero tiene su fundamento en el libro de Daniel 9:24-27. Se asume un período o semana faltante también conocida como semana setenta (siete-días). Dios no suministró una específica revelación para esta semana faltante”.
Siempre hay quienes se desvelan por cualquier cosa.

En el pueblo donde vivo cuando uno despierta alunado resulta inmediatamente adjudicatario de una particular licencia social. Se encarna en todos una sensible conducta colectiva: “pues se respeta la luna del que anda y no se actúa de modo insistente”.
Dejarlo que ande nomás- que vaya despacio- que llegue pronto- que viva mucho- que duerma poco– que de siestas a limoneros- que ya muerte en pena- que aun siente, siente- que si se trata de amor- de algo de eso se trata de veras.