Pero aquí estoy. Absurdo y triste. Igualito a muchos otros. Quienes crecimos de niños y de grandes escuchando sus canciones y leyendo sus novelas, cuentos y poesías. Admirando su dulzura, su historia de cordura y vehemencia.
Murió María Elena.

Quien nos contó sobre asuntos profundos con una simpleza ejemplar. Quien nos protegió de la maquinaria del vaciamiento de la literatura “infantil”. Quien nunca nunca nos trató como a idiotas. Y eso no es poca cosa.
Murió María Elena.
Una parte de lo que somos sucumbe con ella.
Aunque siga viva.
Porque seres tan grandes nunca se rajan para siempre.
Adhiero al homenaje, no había leído este post Pastor!
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