Versión libre de texto publicado en Camino al Zen, allá por el 2000. El original (que he extraviado) es de la autoría de Carlos Alexis García. Persona a quien, además de robarle sus palabras: admiro y saludo.
Parte primera.
Cómo contar la historia de un hombre no poeta y traidor, de un mortal iletrado que jamás ha de conquistar ningún horizonte preguntarán. Qué Bah!, en realidad no. Ninguna de las personas que conozco, los que andan por ahí caminando o en bicicleta se pregunta esto.
Pero quiero contar la historia y ni por un segundo me dejo de cuestionar que estas líneas jamás podrán despertar en los buenos vivos tanto placer como un plato de buseca a base de mondongo o uno de arroz, aunque sea sin azafrán.
Parte segunda.
Para plenificar el poema no necesitamos charlar sobre poetas como si todos formáramos un gremio. Cualquier Dios sabe que cuando llegamos a casa termina la vanidad: nadie nos mira y nadie ve el asco que tenemos por el mundo. Pues ese escupitajo que lanzamos no es mucho más que una impostura en los márgenes que legitima este orden de las cosas.
Borges conoció a Enrique Banchs en una comida; Borges esperaba que Banchs hablase de poesía, de cosas importantes. Sólo habló de veneno para hormigas.
Tercera.
-De algún modo, esto practicará ser un conjuro-
Podemos sentir el encanto del abismo y entonces saber que ya no habrán consuelos diversos, ni pataleta ni mejoralito; Podemos crear una dulce criatura de vidrio (que ya antes ha sido formada, por cierto) un ser consistente que tiende a la forma de un sueño que no tuvimos, pero presentimos soñado por un antiguo infame; Podemos sufrir y gozar las toses de las tuberculosas en la noche de la mujer intachable; Y pensar. Pensar mucho sentados o de pié.
Cuarta y última parte.
Pensar para consolarnos de que somos arcilla de genitales ajenos. No autosuficientes, sino impuros y rudimentarios. Pero no. Para hacer poesía queremos tranquilidades mansas, como pájaros al declinar la tarde.
Resulta que las otras pueden llevarnos al suicidio o al nirvana.
Cuando a mi abuela le dan crealina diciéndole que es una pastilla y efectivamente se cura alguno podría pensar que es una sugestión, pero es un tonto que le busca explicación a todo.
Fue la crealina ese gusto primario a suelo mojado penetrando en la garganta de quien quiso ser la lluvia sobre el cerro en días lejanos.
La vanidad ha hecho ruinas de imperios...
ResponderEliminarLa vanidad es la artista creadora de este mundo...
A la vanidad, hoy, se la llama "asignación universal"